Han pasado más de 50 años desde que vimos un esfuerzo como el PREVI (Proyecto Experimental de Vivienda) para poner en marcha la construcción de viviendas por parte del Estado. Los problemas que la informalidad sigue generando en el tiempo, son cada vez más complejos y difíciles de manejar. Todas las ciudades, incluso las más importantes en el Perú, se han enfrentado al proceso del crecimiento urbano, de una manera acelerada y desordenada, generando efectos perjudiciales para las mismas poblaciones. (Figura 1).
Uno de los más recientes es la ocupación por parte de asentamientos informales en canteras extintas sobre las que se solían extraer materiales para la construcción. Estos se encuentran a más de 30 metros bajo tierra y han ocasionado problemas contra la seguridad e integración urbana incluyendo efectos en la salud (por la exposición a la contaminación), el acceso a servicios básicos, falta de control policial, etc. Algunos casos conocidos son los de La Molina (Musa) y Pachacamac (Manchay), ambos al este de nuestra capital.
El 2015 en el Workshop Re-Sección Urbana con la participación del grupo CDCH conformado por arquitectos provenientes de Panamá, Colombia, Ecuador, Chile, Argentina y Perú, se planteó re–pensar una nueva manera de habitar un territorio a través de cuatro estrategias de diseño
Se expusieron propuestas que permitirían aminorar las condiciones de precariedad, de vivir bajo tierra y de contribuir a una relación e integración con el entorno. El objetivo principal será implementar planes a futuro para lograr el cierre de canteras extintas para lograr así construcciones apropiadas en la ciudad. Todo ello supone un beneficio no solamente para el lugar, sino para la calidad de vida de los residentes también.
En el 2014, el ahora arquitecto Hugo Flores cuenta lo siguiente (2014): “desde la década del 60 se han consumido las cuencas bajas de los ríos Chillón y Rímac y se consumirá el 25% de la cuenca del río Lurín en los próximos 20 años”. Es un factor que afecta directamente al crecimiento económico: se realizan grandes excavaciones de minería no metálicas y siguen aumentando las construcciones. Vemos que la consecuencia más evidente es el aumento masivo del boom inmobiliario en los últimos 15 años.
Estas ocupaciones son vulnerables a enfermedades respiratorias, a no contar con servicios básicos, alejadas del control policial o municipal, incapaz de generar una integración al sistema urbano que permita el desarrollo de las personas que lo habitan, es el caso de las canteras de Villa Jardín de la Hoyada en Manchay y La Arenera en La Molina –Musa.
Lamentablemente, el Estado no establece políticas claras para desarrollar un plan estratégico territorial a mediano y largo plazo, pasarán otros 50 años más y la expansión de Lima estará lleno de clústers. Esto generará un consumo incontrolable de energía y serios problemas ambientales. Se abrirá paso a la desintegración y – por ende – la “no ciudad”.
El Workshop busco entender este nuevo territorio depredado como una plataforma discontinua de la ciudad, que ejerce su dominio geográfico sobre las ocupaciones informales buscando establecer los medios necesarios para adaptarse y subsistir. Las estrategias estuvieron basadas en la sostenibilidad y en operaciones de consistencia organizativa, inyectando programas que permitan mitigar las condiciones de precariedad, del estar bajo nivel y de su relación e integración con su entorno, teniendo como objetivo ser modelos para implementación de futuros planes de cierre en futuras canteras extintas que permitan construir ciudad.